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¿Está el TDAH sobrediagnosticado?

Que el TDAH existe y es una de las patologías más frecuentes en la infancia, parece innegable. Miles de estudios e investigaciones demuestran que la sintomatología de este trastorno está relacionada con un peor funcionamiento del cerebro. El TDAH es un trastorno neurobiológico que se manifiesta en dos áreas del desarrollo neuropsicológico: el área de la inhibición – relacionada con la hiperactividad y la impulsividad – y el área de la atención – sobre todo la relacionada con la persistencia para realizar una tarea o lograr un objetivo. Algunas de las funciones ejecutivas, como la memoria de trabajo o la autorregulación, se ven afectadas por este trastorno que, de no ser tratado tempranamente, puede derivar en trastornos mucho más complejos y difíciles de tratar como pueden ser el Trastorno Negativista Desafiante o el Trastorno de Conducta.

El diagnóstico se basa en criterios clínicos, apoyados por test psicológicos y pruebas médicas. De especial relevancia para realizar un diagnóstico correcto es el conocimiento del paciente, sus circunstancias vitales, su evolución, los antecedentes familiares o los posibles estresores. Así mismo, requiere que la recogida de información sobre el paciente abarque un área lo más amplia posible; así, se debe tratar de adquirir información relevante del mayor número de personas posibles – familiares, amigos, profesores – que tengan relación con el paciente, así como de informes (historia clínica, información académica, etc.), que reflejen su evolución en los distintos campos.

Por desgracia, muchos de los diagnósticos que se realizan hoy en día se basan solamente en test psicológicos y en resultados de escalas de conducta para padres y profesores realizados en dos o tres sesiones por un profesional externo que no conoce al paciente. En estos casos, no se profundiza en la necesidad de adquirir información extremadamente relevante sobre el perfil de comportamiento de la persona en cuestión, tal como realizar un diagnóstico diferencial o descartar la existencia de otros trastornos de aprendizaje comórbidos como pueden ser la dislexia, discalculia o la dislalia, trastornos estos que afectan a un alto número de niños con TDAH. Así mismo, habría que descartar la existencia de factores estresores ambientales en la vida del niño (problemas de acoso escolar, separación de los padres, muerte de un ser querido, maltrato psicológico, abandono, etc.) y descartar que no sean éstos los causantes de los síntomas, verificando que dichos síntomas existían de forma contrastable antes de la aparición del posible estresor.

Podría decirse que está “de moda” entre los trastornos infantiles y se diagnostica y medica con mucha facilidad. A menudo se observan diagnósticos de niños muy pequeños a los que se medica y etiqueta sin que haya dado tiempo a que realicen su desarrollo normal; no todos los niños aprenden a la misma velocidad ni están interesados o tienen actitudes para las mismas cosas. Prueba de ello es el repunte en la venta de fármacos usados para tratar el trastorno o los cientos de libros o materiales que se editan en relación a este tema: libros de autoayuda, relojes con alarmas para “ayudar a recordar” tareas, etc. Pero la realidad es que el TDAH es un trastorno real que afecta a entre un 2 y un 5% de la población infantil afectando de forma importante a su rendimiento escolar y a su calidad de vida.

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